El agotamiento, la sensación de falta de control, el enfado, la decepción, la inseguridad, la culpa, la vergüenza, la tristeza, la ansiedad y la frustración, eso es lo que se siente cuando uno está afrontando problemas con la fertilidad. Muchas personas pierden totalmente la autoestima al no ser capaces de conseguir lo que más desean, ponen en juego su valía y frecuentemente creen que pueden ser abandonados por no responder a las expectativas de su pareja.
Desear tener un hijo y no poder, genera mucho estrés y ansiedad que, en muchos casos, desemboca en una depresión. Se estima que del 25% al 60% de las personas con infertilidad manifiestan síntomas psiquiátricos como la ansiedad y la depresión.
Siempre digo que la infertilidad es una lucha silenciosa. Difícilmente las personas y parejas que me buscan tienen red de apoyo, suelen tener dificultad para compartir su historia con familiares y amigos, lo que aumenta aún más el malestar. Los niveles de depresión en pacientes con infertilidad han sido comparados con los de pacientes que han sido diagnosticados de cáncer.
Con la multitud de estudios publicados, es imposible ignorar que la infertilidad provoca no solo un impacto económico, sino también un impacto psicológico y emocional. Lo que explica la alta tasa de abandono de tratamientos.
Según informa la Sociedad Española de Fertilidad 1 de cada 6 parejas españolas tienen problemas para tener hijos. Los hábitos de vida, el sobrepeso, la edad, la contaminación ambiental, el estrés, la ansiedad y diversas otras patologías, tanto físicas como mentales, son algunos de los factores que contribuyen a que la tasa de infertilidad haya aumentado en la última década.
La OMS define la infertilidad como la incapacidad para concebir después de 1 año manteniendo relaciones sexuales regulares no protegidas. Pero también entendemos por infertilidad la dificultad para conseguir que los embarazos lleguen a término con un recién nacido vivo, este concepto engloba situaciones de aborto de repetición, la muerte fetal intrauterina, el parto prematuro, etc.
Desde el primer momento, las expectativas a la hora de conseguir un embarazo son. La pareja pone toda su ilusión cada mes, con cada ovulación se abre una nueva posibilidad, sin embargo, la llegada de la menstruación acaba con esas ilusiones y mes a mes va afectando la sexualidad y la convivencia de pareja. Los abortos recurrentes, los tratamientos fallidos, la presión de la sociedad, la tensión en la relación de pareja y el aislamiento, son uno de los temas más trabajados en mi consulta privada. La infertilidad es vivida como una amenaza al proyecto de vida de la persona y de la pareja.
Además del impacto emocional que genera la infertilidad, también es fundamental conocer cómo el estrés podría afectar la fertilidad, no es determinante pero no ayuda en este proceso.
Cuando uno está estresado, todo el cuerpo se activa, desde el cerebro, las glándulas suprarrenales y muchas hormonas, y una de estas hormonas es el cortisol. La hormona del estrés y de la ansiedad.
Lo que ocurre es este estado de alerta constante que conlleva a altos niveles de cortisol y esto podría reducir la probabilidad de que una mujer pueda quedarse embarazada de forma natural o por medio de tratamiento. Además, la liberación excesiva del cortisol puede provocar disminución del deseo sexual.
Ya en el caso de los hombres, el estrés se ha relacionado con la disminución de la cantidad y calidad de los espermatozoides y en algunos casos con disfunción eréctil.
Por otro lado, varios estudios han demostrado que el estrés provoca alteraciones en la secreción de gonadotropinas y de catecolaminas, lo que produce efectos locales en el útero y las trompas de Falopio.
El deseo de ser padres y la frustración de no conseguirlo requiere un acompañamiento psicológico para ayudar a transitar las emociones y gestionarlas de la mejor forma, tanto a nivel individual como de pareja, puedo acompañaros en este proceso.
